Nº 4 Callejero de la Villa
de Fernán Núñez.
Nomenclátor de las vías
urbanas
Autor:
Francisco Crespín Cuesta
Género: Geografía e historia urbana,
crónica local.
Edita:
Ediciones “Puerta de la Villa”. Fernán Núñez (Córdoba), 2007. 286 págs.
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Estudio Introductoria, Fotografías y Notas: José Naranjo Ramírez
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Diseño editorial: Juan V. Zafra
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Imprime: Gráficas FLORA. R. Valentín. Doña Mencía
(Córdoba)
Reseña:
Francisco
Crespín Cuesta, profesionalmente
vinculado durante toda su vida a la medicina y cirugía auxiliar, tuvo entre
otras aficiones culturales (poesía, ensayo, relato…), la pasión por la
Historia, campo éste por el que fue reconocido como Académico en la Real
Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, como Cronista
Oficial de las Villas de Fernán Núñez y de la Victoria (donde nació en 1919), poblaciones
ambas que igualmente le distinguieron con la mención de Hijo Adoptivo, en el
primer caso, y de Hijo Predilecto en el segundo.
Autor, entre
otras muchas obras, de una Historia de la Villa de Fernán Núñez, el trabajo que
aquí referenciamos es una aproximación a la geografía urbana de esta misma
población, para la cual se considera la situación que existía en 1979, momento
en que la Corporación Municipal de la democracia abordó un cambio radical en la
nomenclatura viaria de la población.
El esquema
interno del libro –tras un Estudio Introductorio que se ocupa del autor y de su
obra- parte de la identificación de una
serie de unidades o sectores urbanos (barrios en algunos casos, zonas históricamente
homogéneas en otras) y de las vías o calles que los integran, procediendo
después a un análisis individualizado de cada una de dichas calles en el que se
contienen detalles tales como: zona de inicio y fin de la calle, confluencia
con otras arterias, aspectos históricos significativos de la propia calle o de
sus habitantes, nombres que ha recibido a lo largo de la historia, etc… El
texto se acompaña, también para todas y cada uno de las calles, de una
referencia gráfica en forma de fotos antiguas –cuando se dispuso de ellas- o
actuales realizadas expresamente para esta obra
Este es el
desarrollo capitular del libro:
Estudio
introductorio
Capítulo
I. Fernán Núñez: Apuntes históricos
Capítulo
II. El sector antiguo de Fernán Núñez
Capítulo
III. El sector moderno de Fernán Núñez
Capítulo IV. El Barrio Seco
Capítulo V. Barrio de El Encinar
Capítulo VI. Barrio de Las Erillas
Capítulo VII. Barrio de Santa Ana
Capítulo
VIII. Barrio de Santa Marina
Capítulo
IX. Barrio de Las Primeras
Capítulo
X. Barrio del Monte de la Vieja Ermita
Capítulo
XI. Barrio del Lagar de Pozas
Capítulo
XII. Barrio de los Solares (o del Huerto de Don Cecilio)
Capítulo
XIII. Nuevo Barrio del Higueral
Capítulo
XIV. Avenida de Juan Carlos I
Capítulo
XV. Casas en el extrarradio
Como muestra y
ejemplo ilustrativo del trabajo contenido en el presente libro, ofrecemos,
dentro del Capítulo II (el Sector
Antiguo de Fernán Núñez), la sección dedicada a la Calle Escultor Francisco
Bonilla, popularmente conocida como “Calle Empedrada”.
CALLE del
Escultor Francisco Bonilla
Se inicia esta calle en
la de Ángel Espejo y termina en
la Manuel Falcó, frente al comienzo de la Calle Córdoba. Por su derecha confluyen las de Doctor Berral, Gustavo Adolfo Bécquer
y Juan Ramón Jiménez; y de su
izquierda parten las de Juan Criado
y Colón.
En la antigüedad se la
conocía como “Calle del Hospital”,
por haber abierto sus puertas a ella el que, en distintas épocas, fue conocido
con los nombres de “Santa Ana”, “La
Salud” y “La Caridad”.
Con posterioridad se la
llamó “Calle Empedrada”,
posiblemente por haber sido la primera, o una de las primeras, que recibiera el
beneficio del empiedro, para evitar los daños que las grandes avenidas de agua
causaban en ella durante los temporales invernales, a causa de su pronunciado
desnivel.
En la acera izquierda
de esta vía y en su tramo central se encuentra la antigua Ermita de la
Caridad, edificio que presta, por su
historia, gran importancia a esta antigua calle.
Se edificó alrededor de
1525, gracias al décimo Señor de Fernán Núñez D. Alonso Gutiérrez de los Ríos y
Venegas, con el nombre de “Hospital de
Santa Ana”, para enfermos pobres vecinos de la villa o transeúntes. El
nombre de “Caridad” lo había
recibido en 1558, al instalarse en el lugar la Cofradía de la Santa Caridad de
Nuestro Señor Jesucristo.
Después de muchos años
de actividad decayó este centro y, hacia 1680, estando gobernada esta villa por
el Conde D. Francisco Gutiérrez de los Ríos y Córdoba, un hombre piadoso, hijo
de ella, llamado Juan Criado de
Fuentes, puso gran empeño en hacer resurgir el Hospital, para asistir a
los pobres de la localidad y acoger a los peregrinos que iban en tránsito hacia
Santiago de Compostela, lo que logró con sus caudales propios y la ayuda que
recibió del Conde de Fernán Núñez.
El Hospital –que
entonces comenzó a ser llamado “de la Salud”-, estuvo largo tiempo
dedicado al fin que queda expresado.
Registran los documentos capitulares del Concejo de la
villa el paso por este Hospital de un grupo formado por cerca de treinta
cristianos nuevos (moriscos convertidos a la fe católica), que pernoctaron en
él una noche y fueron socorridos por el Cabildo Municipal, antes de partir, con
dos reales de vellón cada uno. Después este centro, falto de fondos y de una
voluntad férrea como la de Juan Criado, que fue su administrador durante muchos
años, fue descuidándose, acabando por servir de refugio, durante la noche, a
los numerosos pordioseros que acudían a la villa a implorar la caridad pública.
En 1753 el Concejo
vuelve a tener en consideración la
idea de res-tablecer
el funcionamiento de esta casa y fundar un hospicio en el mismo edificio, a
cargo de los Hermanos Terceros de la Orden de San Francisco de Asís.
Para ello se acordó recabar el permiso del Sr. Obispo de
Córdoba –que se estimaba lo daría sin dificultad- y el del Sr. D. Francisco de
Cepeda y Castro, tutor y administrador del Conde D. Carlos José Gutiérrez de
los Ríos y Rohán, durante su minoría de edad, al cual se rogaría obtuviese
licencia del Reverendo Padre General de dicha Orden para que, por lo pronto, se
estableciesen en esta villa “los religiosos, confesores, de buena conducta,
y un lego que los asista.”
El hospital fue
restaurado y fundado el hospicio, según los deseos del Cabildo, pero su
existencia sólo fue floreciente al comienzo. Después fue deslizándose sin pena
ni gloria, falto de recursos y ayuda, por lo cual los niños expósitos tenían
que ser conducidos, apenas recibidos, a las ciudades de Córdoba y Écija, o a la
villa de La Rambla.
Durante la espantosa
epidemia de peste de los años 1785 y 1786, por no haber espacio para sepultar
tanto muerto en la Iglesia de Santa Marina, fueron hechos en esta capilla
numerosos enterramientos, siendo también insuficiente el lugar para dar tierra
santa a tan elevado número de difuntos, teniendo que recurrirse a hacer
enterramientos provisionales alrededor de la Ermita de San Sebastián.
Las dificultades del
hospital-hospicio siguieron hasta el año 1787, en que el Conde D. Carlos José,
habiendo recibido un valioso obsequio del Comercio y Consulado de Cádiz,
valorado en 120.000 reales de vellón, por haber salvado del fondo del océano un
cargamento de oro y plata que traía de América el galeón “San Pedro de
Alcántara”, embarrancado en las costas portuguesas de Peniche, invirtió el
valor de dicho regalo en hacer un cementerio pequeño y restaurar el hospicio,
reparando la obra y dotándole de diez amas para criar a los niños que no
pudiesen ser atendidos por sus padres o estuviesen desamparados, mandando
igualmente poner un torno en dicha casa para recoger a los expósitos. Para esta
fundación y para el cuidado del nuevo cementerio, señaló una renta de 5.279
reales.
Con la muerte del
Conde, ocurrida en Madrid en 1795, la fundación empieza a languidecer de nuevo,
extinguiéndose poco a poco. Todavía se mantendrían durante bastante tiempo los
religiosos de San Francisco de Asís en el edificio, pero ya sin poder asistir a
enfermos ni a niños desamparados. Las cortas limosnas que recibían del
vecindario, a cambio de sus servicios espirituales, no alcanzaba a otra cosa
que su sustento.
En fecha no bien
determinada, se instala en esta capilla la Hermandad de Penitencia de Nuestro
Señor en la Oración en el Huerto y María Santísima de las Angustias, cuyo
titulo o advocación sería cambiado después por el de Nuestra Señora de la Paz y
Esperanza.
Esta cofradía establece
su sede en el antiguo Hospital de la Ermita de la Caridad, donde permaneció
hasta 1936, fecha en que esta capilla, junto con todos sus ornamentos e
imágenes, fue entregada al fuego.
Posteriormente fue
parcialmente restaurada por la propia cofradía antes mencionada, pero sin
volver a abrirse al culto. La vivienda de los monjes franciscanos, cada vez más
dañada por el abandono en que permaneció desde que éstos la abandonaron, es hoy
un solar lleno de escombros y maleza, del que la ni la Iglesia de Santa Marina,
a la cual pertenece, ni la Cofradía del Huerto, obtienen provecho alguno.
Volviendo a la calle en
que se encuentra ubicada esta Ermita de la Caridad, con fecha 13 de agosto de
1898, siendo alcalde de Fernán Núñez D. Juan Gómez Torres-Huertas, se tomó el
acuerdo de dar a la Calle Empedrada
el nombre de “Francisco Martínez Gil”.
Era este personaje
médico-cirujano de profesión, natural de la ciudad de Orihuela (Alicante), que
llegó a esta villa en 1806 a
servir una de las plazas titulares de la misma, manteniéndose en esta localidad
hasta el año de 1856 en que falleció.
Prestó grandes
servicios a la población durante el tiempo que ejerció su facultad, que fue a
lo largo de cincuenta años, sobre todo en varias epidemias de peste y cólera.
Fue igualmente regidor
de este Ayuntamiento durante el bienio de 1838 a 1840, desempeñando el
cargo de Síndico Procurador del Común, en cuyo tiempo se iniciaron, bajo su
dirección y administración, las obras de erección del monumento conocido como “El Triunfo de Santa Marina”.
Para que su amor y
vinculación a Fernán Núñez fuesen completos, contrajo matrimonio en esta villa
el 9 de noviembre de 1807 con Dª Catalina de Torres Muñoz, natural de ella e
hija del hacendado D. Antonio de Torres y de Dª Clara Muñoz.
El Ayuntamiento de 1931
mandó suprimir el nombre del Dr.
Martínez Gil para dar a esta vía el de “Suñer y Capdevila”, honrando así
a uno de los políticos republicanos de la época[1].
En 1937 fue éste nombre
sustituido, a su vez, por el de “José
Calvo Sotelo”, en honor del famoso político y jurisconsulto gallego que,
en su juventud había militado en el Partido Maurista y creado la Mutualidad
Obrera del mismo. Fue, asimismo, Gobernador Civil de Valencia en 1921, Director
de Administración Local en 1923, Ministro de Hacienda con Primo de Rivera desde
1925 y jefe del Partido de Renovación Española durante el período republicano.
Su asesinato, un 13 de julio de 1936, precipitó el estallido de la insurrección
acaudillada por el General Franco.
Por último, en 18 de
septiembre de 1979, en virtud de acuerdo de la Corporación Municipal, le fue
dado a esta calle el nombre de “Francisco
Bonilla Villalba”, escultor, hijo de Fernán Núñez, fallecido poco tiempo
antes en Madrid, después de varios años de labor muy intensa y de penalidades
físicas que le aquejaron durante casi toda su vida.
De su privilegiado talento guarda Fernán Núñez dos
preciosas reliquias que el pueblo tiene en gran estima y veneración, a las cuales
rinde cada año su enfervorizado homenaje en los desfiles procesionales de la
Semana Santa: El Cristo Caído y
el de la Buena Muerte, tallados
en madera, que son, sobre todo el último, de las mejores obras salidas de la
moderna imaginería española.
[1] N. E.: Francisco
Suñer y Capdevila (1826-1898) fue médico, muy significado por sus estudios
sobre tuberculosis y cólera en los barrios pobres de Barcelona, al tiempo que
políticamente, como republicano federal, fue Diputado en Cortes por Gerona. Fue
muy conocido por su posición atea y anticlerical, llegando a formar parte del
Gobierno de Pi y Margall (como Ministro de Ultramar) en la Primera República.
Fachada de la Ermita de la Caridad |
Monumentalidad y belleza de las casas
de la Calle “Empedrada”
en la zona más próxima a la Puerta de
la Villa.
|
Sector de la Calle “Empedrada” más próximo
a la calle Nueva, el más reciente
|
Espléndidos ejemplos de arquitectura
tradicional de Fernán Núñez
En algunas casas, sencillas pero preciosas, de
la Calle Empedrada
|
Me gustaría conseguir sus libros pero están descatalogados
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